Estamos en una trampa gigantesca que por muchos momentos parece sin solución.
El neoliberalismo, cuando accede al manejo de los instrumentos públicos, traslada recursos al poder concentrado, en el cual el sistema financiero dispone de una hegemonía agobiante, sosteniendo que ese camino derramará en bonanza general. Esa expresión perversa del capitalismo, que cree más en sacarle a los más pobres, fracasa una y otra vez, dejando a las mayorías siempre peor.
Enfrente, se resiste. Tan tristemente se resiste, que tendemos a considerar que los logros conseguidos en los períodos de recuperación entre los embates neoliberales son aquello que hay que defender, aunque sean menores que los de 20 años atrás y éstos que los de otros 20 años anteriores. Vamos para atrás, tratando de aguantar la avalancha cada vez más concentrada, cada vez más dispuesta a desentenderse de los humildes.
El núcleo causante de esta derrota reiterada está en nuestro marco conceptual. Equivocadamente, es alta la proporción de compatriotas que considera el capitalismo concentrado como el sistema inexorable. Es dentro de él que se busca mejorar la justicia social. Sacarle a los poderosos parte de los frutos, para distribuirlos mejor, dejando en manos de ellos la forma y oportunidad de generar esos frutos. Esa es de un modo u otro nuestra propuesta. Todo camino distinto es inconcebible.
Nos resulta inconcebible pensar desde las necesidades populares y no desde la existencia de un negocio. Por eso no proponemos planes de infraestructura diseñados, ejecutados y administrados por la comunidad. Por eso no ponemos sobre la mesa como política central la disponibilidad de tierra urbanizada al costo para programas populares de vivienda, como lo muestran algunos pocos municipios, siendo ésta una lógica que se extiende rápidamente por el mundo central. Por eso admitimos mansamente que la educación o la salud sean prestaciones definidas por la rentabilidad de un puñado de empresarios. Ni que decir de los servicios públicos de uso difundido, como el transporte, la energía o hasta el agua.
Nos resulta inconcebible adoptar formas de organización social que tengan por objeto simplemente vivir mejor y que faciliten la disponibilidad de los bienes básicos, que son muchos más de los así llamados.
Bienvenidas las formas generalizadas de resistencia al neoliberalismo. Un pueblo en marcha es imparable. Solo tiene como condición necesaria redefinir lo inconcebible. Si lo define el enemigo, estaremos dando vuelta en círculo.
Emm/20.12.17
Gustavo
Hola, mi nombre es Gustavo Grasso, soy docente de Historia Económica en UNSAM. Sigo con atención estos temas. Me gustaría recibir un calendario de debates, charlas, presentaciones, etc. o bien si por favor pueden incluir mi email en la lista de distribución de esa información.
Muchas gracias,
Gustavo