Energía propia
La forma en que las comunidades actuales se abastecen de energía tal vez sea el mejor ejemplo de que la tecnología por sí sola no transforma la estructura productiva de un ámbito.
Durante más de 150 años, el uso de los recursos no renovables, como carbón, petróleo y gas, sirvió como cimiento y estructura de gran parte de la actividad económica del mundo. La manera más eficiente de concretar eso fue construir centrales de generación de energía, de grandes dimensiones y luego igualmente grandes redes de transmisión hasta llegar a los diversos lugares de aplicación. O sea: generación concentrada y utilización distribuida.
Desde mediados del siglo pasado, creció con fuerza la posibilidad de usar el viento y el sol, más tarde fuentes geotérmicas y mareomotrices, además de pequeñas centrales hidráulicas, aprovechando muy modestos saltos de agua. En todos los casos, esas tecnologías habilitan la factibilidad de generar energía en cantidades pequeñas o modestas, cerca del lugar donde se ha de utilizar. Esto es: generación y utilización distribuidas.
Este nuevo escenario elimina de manera automática la dependencia de las provisiones cuasi monopólicas que vienen de grandes centrales y líneas de distribución únicas. Como contra cara permite a cada sujeto activo disponer de su propia fuente de energía, dependiendo solo de su capacidad económica individual.
El mundo ya transita por medio siglo en que aquellos intereses que se benefician con un sistema de generación concentrada desarrollan infinidad de estrategias para impedir que se instale en la conciencia colectiva el derecho y la posibilidad de cada ciudadano de producir la energía que consume. En Europa, en especial, ha habido avances y retrocesos en esa posibilidad. En Alemania, en España, en Inglaterra, se siguen ventilando esas discusiones con toda intensidad.
En Argentina la energía renovable se instaló en el calendario por razones ambientales, pero siempre se dio prioridad a las instalaciones de dimensión empresaria. Aun la legislación que habilita a los particulares a producir ha avanzado con lentitud exasperante. Sin embargo, ya hay espacios donde trabajar en tal sentido. Eso es lo que interesa al IPP.
Nuestro interés ha sido y es identificar grupos con fortaleza técnica que tengan un recorrido comprometido con la idea expuesta. En la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) se desempeña un grupo de energía solar especialmente valioso, con el que ya hemos comenzado a articular.