El peor voto miedo

El miedo ha sido y es un disciplinador sistemático utilizado con fines electorales.
El cajón quemado por Herminio Iglesias se consideró determinante para la victoria de Raúl Alfonsín, porque daba un mensaje de violencia que era justamente lo contrario esperado a la salida del Proceso Militar.
El miedo al caos económico llevó al gobierno a Carlos Menem y ese mismo miedo, manipulado en un contexto económico diferente, le aseguró su reelección.
La inseguridad urbana, el narcotráfico, los saqueos posibles o imaginados, han circulado por los discursos políticos varias veces y con diversos grados de creación de ambientes paranoicos. Hasta el miedo a no poder comprar dólares, aunque uno no tuviera con qué, fue utilizado hace apenas dos años.
Sin embargo, en este momento nos enfrentamos al peor de los votos miedo posibles: el voto por el gobierno, incentivado por la creación de enemigos internos, hipotéticamente dispuestos a afectar la soberanía nacional o la paz cotidiana de manera grave.
No es el petulante discurso de Sergio Massa mostrando a su amigo Giuliani y prometiendo que pondrá presos a todos los motochorros.
Es construir un mito de violencia popular sobre la corta memoria de parte del pueblo acerca del genocidio de hace 40 años. Si eso resulta muy abstracto, reaparecen las escaramuzas con molotovs en una marcha sin incidentes previos; se construye el separatismo mapuche, que haría correr sangre de gauchos; no se da tregua a las vejaciones aplicadas a Milagro Sala y a través de ella al proyecto de dignidad para miles de jujeños que ella representa; hasta aparecen los maestros lavadores de cerebro. La división popular se fomenta y se manipula para que el imaginario de una fracción de compatriotas vea al gobierno de los ricos y para los ricos como el garante de su vida, a través de aplicar palo y palo a quien levante la vista del suelo. Una cárcel sin rejas.
La imperfecta democracia en que vivimos le da a los ciudadanos la posibilidad periódica de votar y decidir quien lo representa. Cada vez menos le da la posibilidad de participar en la gestión. Casi es ese solo momento de poner una boleta en un sobre cada dos años lo único que le está permitido en libertad. Es algo. Es terrible que esa posibilidad se utilice para perjudicar nuestro futuro y de nuestros hijos, en un opción que ni siquiera se puede contar o explicar racionalmente.
Dejemos atrás la violencia neoliberal. El primer paso es no votar inducidos por el miedo a los fantasmas.

Enrique Mario Martínez

 


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