En la sorpresa está la clave

Hay algunos miles de personas, que no alcanzamos a representar nada de peso cuantitativo, para las cuales todo lo que hizo el gobierno iniciado el 10 de diciembre de 2015 era previsible, medida por medida, paso por paso.

Nada provoca sorpresa cuando se trata de las decisiones de los representantes del capital concentrado, que se quedaron con la tierra, se quedaron con la tecnología y les queda confrontar con el trabajo, como único factor de producción no controlado, con el que luchan en términos muy desiguales para la mayoría.
Para llegar al poder institucional a través de elecciones fue – y siempre será – necesario grandes campañas de manipulación, que terminan siendo permanentes y que consiguen que muchos de los trabajadores perjudicados por el sistema adhieran a él. Por pequeñas ventajas o por simple resignación, dejan de creer en variantes mejores.
Pero hay una fracción de la población, decisiva en las urnas, que simplemente fue operada coyunturalmente, con espejitos de colores o con la atención centrada en temas bastardos como el alto uso de la cadena nacional o una presidenta que usa ropa muy cara. Esos compatriotas están hoy sorprendidos, por algo que en verdad – reitero – era enteramente previsible y muchos hemos glosado antes que sucediera.
El futuro mejor; repito: el futuro mejor, que no es el pasado melancólico, depende en buena medida de reducir la sorpresa. De aumentar la capacidad de análisis y de pronóstico. Entendamos que este mundo existe y nada ganamos con denostar a los sorprendidos. Hay que conseguir que entiendan en qué y por qué los engañaron. Es necesario.

Enrique Mario Martínez


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