Eterno fraude: crecimiento no implica desarrollo

En 1972, un grupo de investigadores con mayoría de estadounidenses, encabezados por Donella Meadows, del MIT, publicaron su famoso informe Los Límites del Crecimiento, que se conoció como el Informe de Roma. Ese trabajo de prospectiva se actualizó 30 años más tarde y por tercera vez otros diez años después.

En el primer trabajo se pronosticaba que los recursos naturales del planeta iban a ser sobre demandados y eso iba a afectar no solo el crecimiento global, sino el conjunto de las condiciones de vida, en el caso que se persistiera en los paradigmas vigentes a ese momento. Los informes posteriores ratificaron y reforzaron aquellas consideraciones originales, basándose por supuesto en datos que el paso del tiempo fue suministrando.

El tratamiento dado a este informe, producido por académicos y científicos, pero comunicado e interpretado por las fuerzas políticas y económicas más poderosas del mundo, es más que interesante para entender la compleja sociedad en que vivimos.

Los interesados en mantener el rumbo, obviamente, ante todo, los ganadores del sistema vigente, reafirman la teoría del derrame, por la cual los más humildes finalmente recibirán los frutos del crecimiento si éste es suficientemente sostenido y complementan señalando que las innovaciones tecnológicas se han de encargar en cada oportunidad de superar las limitaciones del recurso. De allí el valor asignado a la revolución verde y a las semillas transgénicas, para aumentar la productividad en el campo. O el uso de esquistos bituminosos o el fracking para producir combustibles no renovables. Y varias iniciativas similares en otros campos de actividad.

Los gobiernos de los países más pobres, liderados por chinos, hindúes, brasileños y hasta los rusos, acompañados por toda la periferia, vienen reclamando desde entonces que no se puede detener el “progreso”, porque eso dejaría a miles de millones fuera del acceso a los bienes de la modernidad, a causa del dispendio de los que ya llegaron. En India, Brasil o Rusia o muchos países más pequeños se reproduce así el capitalismo concentrado, con diferencias importantes en la calidad de vida de los sectores sociales. Solo China parece estar llevando adelante un complejo programa de crecimiento con distribución y mejora de la calidad ambiental, seguramente lejos de lo ideal, pero que al menos reconoce la existencia de un problema multifacético y actúa en varios frentes y no solo cree en el mercado.

Una tercera mirada, dispersa como corte horizontal en todo el mundo, pone énfasis en la conservación de los recursos naturales, aún por encima de los efectos que esas decisiones tengan sobre las comunidades involucradas. Es el ecologismo que se independiza de la economía.

El punto a destacar, que fue señalado por Donella Meadows hace algo más de 20 años, poco tiempo antes de fallecer en febrero de 2001, cerca de cumplir 60 años, es que ninguna de las tres ideas anteriores coincide con el mensaje central que el informe quiso destacar.

Ni señalaron que la tecnología superaría las restricciones de oferta del recurso natural; ni reclamaron que la periferia aceptara una calidad de vida menor; ni pidieron que se congelara ninguna situación productiva.

El mensaje fue en realidad simple y categórico. Solo que era y es inaceptable para un capitalismo concentrado que prefiere hacerse el sordo.

Lo que se dijo ya en 1972 es: El énfasis en el crecimiento económico como desiderátum político y social pondrá en crisis a la disponibilidad de recursos naturales. Por lo tanto, hay que cambiar el foco. En lugar de centrar en el crecimiento, hay que hacerlo en la distribución del trabajo y de los frutos de él, como manera de acercarse a un mundo más equitativo. De lo contrario, vamos hacia una crisis ecológica que a su vez agudizará la injusticia social.

Las conclusiones del informe de Roma eran y son anticapitalistas. Por eso han sido distorsionadas, caricaturizadas, bastardeadas, hasta lograr que sus impulsores sobrevivientes están convencidos que nadie ha de prestarles atención.

Razón no les falta.

No hay país que mida el progreso al menos sobre la reducción de la tasa de pobreza o sobre la mejora de la distribución del ingreso. Prefieren e insisten en aferrarse a la tasa de variación del Producto Bruto, que nada dice sobre la mejora de la calidad de vida general, ni sobre la sustentabilidad de los recursos naturales.

Vale la pena que algunas docenas de compañeros lean un documento de Donella de 1997: Places to intervene in a system. Su encuentra en pdf en internet y su falta de traducción al castellano es solo un dato más que indica la superficialidad con que hemos transitado por la cuestión.

Allí se explica de manera básica que lo más simple y a la vez lo más inútil es sumergirse en los números macroeconómicos y lo transformador es cambiar los paradigmas. Salud, Donella, donde estés.

Enrique Mario Martínez

17.3.18

Comentarios

  • Guillermo Suarez

    Para los que tenemos problemas con el inglés el documento se puede traducir con el traductor de Google tal cual hice.



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