La contaminación cloacal en lagos y ríos

La costa este del lago Nahuel Huapi, igual que el río Limay cerca de Cippolleti, el lago del dique San Roque en Córdoba, ni que decir del Río de la Plata y tantos otros cauces de agua que ni siquiera se registran, están contaminados por el volcado de efluentes cloacales sin tratar. Algunos de ellos son periódica noticia fugaz, como la reciente prohibición de bañarse en Bariloche en las cercanías de la planta de tratamiento.

Más de la mitad de la población del país sufre algún problema por la falta de tratamiento de sus residuos cloacales.

Con los usos y costumbres de la actual política criolla, el Intendente que quiera resolver esta cuestión, necesita instalar o ampliar plantas de tratamiento con presupuestos de decenas o centenas de millones pesos. Dinero que no tiene. Al pedirlo a la Provincia, que luego lo pedirá a la Nación, se plantean condiciones de toma y daca, donde quien tiene la billetera ha naturalizado el chantaje político hacia quien viene a pedir. Vaya a saber cuántas leyes han sido alguna vez aprobadas solo gracias a una cadena de presiones, que comenzó en un Intendente que debía financiar una red cloacal de costo gigantesco comparado con sus recursos propios.

Esta área de infraestructura es uno más de los espacios de confrontación ideológica implícita, entre un liberalismo que piensa a la vida como negocio y a la vida en comunidad, como hacer negocios a expensas de los más débiles; frente a proyectos populares que a veces son claros y a veces se desdibujan, donde lo que importa es atender las necesidades de la población.

Si en todo hay un negocio, el espacio de las necesidades comunes a miles o cientos de miles, debe ser un negocio para las empresas que lleven adelante las obras que se requieran. La hegemonía cultural de esta mirada hace que cuando aparezcan los gobiernos con inclinación popular, no se cuestione el gigantismo de las obras, sino que en todo caso se busque más transparencia en la ejecución de las obras, o a veces simplemente se cambien los contratistas por empresas conocidas.

Esto nos lleva a una trampa inexorable, que está descrita más arriba, que oportunamente se podrá analizar cómo se reproduce en varios otros espacios comunes, como la energía, la vivienda, la prevención de la salud, la educación, y que en lugar de retroceder avanza hacia ámbitos de supervivencia elemental como la alimentación y la indumentaria.

Con la gente adentro

Cuestiones como las que estamos analizando no son indiferentes para otras sociedades. Sin siquiera encarar las contradicciones de fondo provocadas por la hegemonía del capital, hay varios países desarrollados en que hay grupos sociales que tienen una conciencia activa de sus derechos y de sus posibilidades de atender necesidades de manera autónoma, que es claramente superior a lo que se ve por estas playas.

Sea por reclamos a los ámbitos públicos – como se dio en Japón – o por iniciativas independientes – como también en Japón, en Gran Bretaña, en Australia, por mencionar solo unos pocos, se han desarrollado sistemas de tratamiento de efluentes cloacales de alcance familiar o de pequeños grupos, de confiabilidad muy superior a los históricos pozos negros o pozos ciegos de la cultura criolla. Incluso los sistemas se diseñan con la garantía que los líquidos efluentes son aptos para riego y así se utilizan.

Esta mirada, de participación popular mucho más amplia que aquí, por supuesto margina a los grandes contratistas, pero abre un espacio de producción de bienes a pequeñas y medianas empresas de alcance local por todo el país, en base a tecnologías probadas. Recomiendo ver solo un par de ejemplos: En Inglaterra www.wpl.co.uk y en Australia, una subsidiaria de una empresa japonesa www.fujiclean.com.au, para apreciar como las empresas no tienen pudor alguno en abrir su tecnología y ponen énfasis en el servicio a brindar.

No se trata aquí de distinta capacidad inversora; de alta tecnología; de ningún atributo que no tengamos en Argentina. Tal vez uno: creer que la democracia económica y la participación son un camino necesario.

Enrique M. Martínez

Instituto para la Producción Popular

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