La crisis económica y la Economía en crisis

“Un debate más justo y plural de ideas económicas” es lo que propone en esta nota la economista italiana Paola Subacchi, Directora del Departamento de Investigación Económica de Chatham House y profesora de la Universidad de Bolonia. Una columna en la que critica el monopolio discursivo de la economía ortodoxa, única opinión tomada en cuenta en los medios, el mundo de las finanzas, los ministerios públicos y la dirigencia política.

El debate sobre la ciencia económica es una discusión imprescindible e impostergable para que otros análisis de la Economía encuentren espacios donde expresar alternativas a esa receta hegemónica.

Invitamos a leer los argumentos de Subacchi, publicados en el sitio web www.project-syndicate.org

 

LONDRES – ¿Se encuentra “en crisis” la profesión de economista? Muchos funcionaros, como Andy Haldane, Director Ejecutivo del Banco de Inglaterra, creen que sí. Tanto es así que, una década atrás, los economistas no advirtieron la gran tormenta que se formaba en el horizonte y que culminó con la crisis financiera global más destructiva en casi 80 años. Recientemente, se equivocaron al juzgar el impacto que el Brexit tendría en la economía del Reino Unido.

Es cierto que los pronósticos post Brexit pueden no estar del todo equivocados pero sólo si miramos el largo plazo. Mientras algunos economistas esperaban un colapso de la economía producto de pánico post referéndum, la actividad económica se mostró resiliente con un crecimiento del 2,1 % del PBI en 2016.  Sin embargo, desde que la Primer Ministro Theresa May sugirió que prefiere una salida “dura” de la Comunidad Europea, un largo plazo sombrío parece ser un pronóstico más probable.

Desafortunadamente, la responsabilidad de los economistas en la crisis financiera de 2008 y la posterior recesión va más allá de errores de pronóstico. Muchos justificaban los excesos que la precipitaron y, luego, las políticas que le siguieron – especialmente insistiendo con el ajuste fiscal e ignorando el crecimiento de la desigualdad-.

Muchos economistas se perdieron en la arrogancia intelectual y la creencia en que siempre pueden explicar las complejidades del mundo real. Otros se vieron enredados en cuestiones metodológicas – “confundiendo belleza con verdad” como observó Paul Krugman- o tuvieron demasiada fe en la racionalidad humana y la eficiencia del mercado.

A pesar de aspirar a la certidumbre de las ciencias naturales, la Economía es y siempre será un ciencia social. Los economistas estudian fenómenos que se encuentran insertos en estructuras sociales y política más amplias. Su método se basa en la observación, mediante la cual distinguen patrones e infieren otros patrones y comportamientos. Nunca podrán esperar el éxito predictivo de, por ejemplo, la química o la física.

Los seres humanos responden de diferentes maneras a la nueva información y ajustan sus comportamientos de acuerdo a ella. Por lo tanto, la Economía no puede dar  -ni alegar que puede hacerlo- dictámenes definitivos sobre tendencias futuras y patrones. Los economistas sólo pueden entrever el futuro por medio de la observación del pasado, por lo que su poder predictivo está limitado a deducir probabilidades en base a eventos pasados, no leyes atemporales.

Y por ser la Economía una ciencia social puede fácilmente servir a intereses políticos y de negocios. En los años previos a la crisis financiera, el crecimiento global y las ganancias eran tan grandes que todos –desde pequeños inversores hasta los grandes bancos- estaban cegados ante a la perspectiva de mayores ganancias.

Se esperaba de economistas empleados por bancos, fondos de inversión y otros negocios que dieran a sus empleadores y clientes su visión a corto plazo, que divulgaran su “sabiduría” al público general por medio de entrevistas y apariciones en los medios. Mientras tanto, los profesionales de la economía adoptaban herramientas matemáticas cada vez más complejos y terminología especializada que agrandó la grieta entre economistas y otros cientistas sociales.

Previo a la crisis financiera, cuando tantos intereses privados y negocios estaban en juego, muchos economistas defendían un modelo de crecimiento basado más en la “exuberancia irracional” que en fundamentos sensatos. De manera similar, con respecto al Brexit, muchos economistas confundieron su impacto a largo plazo con sus efectos en el corto plazo porque apuraron sus predicciones para acomodarse a la agenda del debate político.

Debido a estos y otros errores, los economistas – y la Economía como disciplina – sufrieron una espectacular caída en desgracia. Aunque hubo un tiempo en que fueron considerados brujos modernos con acceso a conocimiento exclusivo, los economistas son hoy los “expertos” más despreciados.

¿Cómo seguir desde acá? Si bien la admisión de Haldane es apreciada, disculparse por errores del pasado no es suficiente. Los economistas, especialmente aquellos involucrados en el debate de políticas, deben hacerse responsables por su comportamiento profesional. Con ese fin, deberían atenerse a un código de conducta voluntario.

Sobre todo, este código debería reconocer que la economía es demasiado compleja para reducirse a meras conclusiones precipitadas. Los economistas deben prestar más atención a cuándo y dónde ofrecen sus puntos de vista y sus posibles implicancias. Siempre deberían revelar sus intereses, para que analistas privados no sean confundidos con perspectivas independientes.

Además, los debates económicos se beneficiarán de la presencia de más voces. La Economía es una disciplina vasta que incluye investigadores y profesionales, cuyos trabajos abarcan perspectivas macro y micro, tanto como aproximaciones teóricas y aplicadas. Y como cualquier otra disciplina intelectual produce resultados excelentes, buenos y mediocres.

Pero la mayoría de estas investigaciones no llegan hasta los ámbitos de toma de decisiones políticas como los Ministerios de Economía, los bancos centrales o instituciones internacionales. En las altas esferas, los debates de política económica siguen dominados por un grupo relativamente pequeño de hombres blancos provenientes de universidades estadounidenses y think tanks, en su mayoría devotos de la economía ortodoxa.

Los puntos de vista sostenidos por esta camarilla están desproporcionalmente representados en los medios masivos a través de sus comentaristas y entrevistas. Pescar ideas en un estanque tan pequeño y poco profundo lleva a un debate complaciente y circular que puede entusiasmar a economistas menos conocidos a adaptar sus investigaciones para encajar en él.

El público merece – y necesita- una oferta de ideas en la cual visiones ortodoxas y heterodoxas reciban la misma atención y una discusión equivalente. Seguramente, esto requiera de coraje, imaginación y dinamismo –particularmente de parte de los periodistas-. Sin embargo, un debate más justo y plural de ideas económicas puede ser también lo que la Economía necesita.

Link a la nota original: www.project-syndicate.org/commentary/economists-should-restore-lost-credibility-by-paola-subacchi-2017-01

Traducción: Rosaura Andiñach


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