LA MILPA

En el camino de pensar la producción popular hay algo que seguro no te sucederá jamás: sentirte solo/a.

Las reacciones de personas, grupos, comunidades de variado tamaño, ante la sinrazón del capitalismo global y su expresión ideológica dominante, el neoliberalismo, son tan numerosas como inorgánicas. Surgen de las tripas, de la rebeldía más íntima frente a la posible resignación. La gran mayoría de los proyectos tiene que ver con la alimentación. En verdad se podría estar en movimiento perpetuo por la Argentina, conociendo intentos de toda naturaleza.

Un caso muy interesante se da en Luján. Unas 25 familias de clase media, con un nivel educativo alto y variado, que combina la agronomía, la economía, la politología, funcionarios públicos de línea, se agruparon en un proyecto que llamaron la MILPA, se comprometieron hace algo menos de 2 años a aportar una cuota mensual y 15 horas/mes de trabajo por familia, alquilaron unas 4 hectáreas con algunas instalaciones y se largaron a producir parte de sus alimentos.

Al presente, ya tienen pollos, huevos de campo, variadas verduras, están completando el engorde de terneros que los abastecerán de carne por meses, tienen algún acuerdo para contar con quesos y algunos embutidos de cerdo.

Una prolija libreta de almacenero en manos de uno de los miembros más activos se encarga de mostrarte que el dinero que ponen alcanza para cubrir los costos fijos y variables y que el valor de los alimentos que se llevan a casa supera el monto de la cuota mensual, aunque el tamaño óptimo del grupo sería de 40 familias, que lo alcanzarán en unos 6 meses.

Hasta aquí un proyecto colectivo con facetas educativas, económicas y ecológicas interesantes. Bien puede ser considerado, sin embargo, un enclave, un espacio aislado de las tensiones externas, lo cual no es un atributo deseado por ningún innovador social y tampoco por este grupo.

La realidad aparece como provocadora, esta vez en términos positivos.

Empiezan a tener excedentes. De pollos, de huevos, tal vez algo de verdura.

¿Qué hacen?

¿Reducirán la cuota mensual y producirán menos? Eso limitaría el proyecto a una meta económica pura. No entusiasma.

¿Trocarán los excedentes por alimentos que no producen y que hay cooperativas zonales que los hacen? Parece una perspectiva interesante y seguramente algo de eso sucederá.

¿Regalarán el excedente a ámbitos excluidos, que en el entorno hay por todos lados? Podrían elegir esto, porque un contador les diría que dado el objetivo de soberanía alimentaria del grupo, los excedentes son de costo nulo. Sin embargo, todo lo que se haga allí será un parche que no cambia situaciones estructurales. ¿Podrían hacer algo distinto al relacionarse con compatriotas que no tienen dinero, pero tienen capacidad de trabajar? Lo están pensando.

¿Podrán ir a ferias a vender lo que no consumen? Ese camino los suma de modo periférico a un capitalismo que rechazan. Tampoco entusiasma.

Seguramente en algunos meses, los compañeros de la MILPA nos cuenten que sendero eligieron. Hay algo seguro, no obstante.

En todo el tiempo que vendrá se irán a dormir con la serenidad que aplicaron parte de su tiempo y su mente a resolver estos dilemas, en lugar de mirar por TV, con la quijada caída, como periodistas amigos nos explican por enésima vez que el neoliberalismo nos embroma todo el tiempo, con el riesgo de hacer zapping y quedar presos de una más de las manipulaciones mediáticas que busca nuestra resignación.

En lugar de esa pérdida de tiempo, cada día estarán más cerca del rumbo adecuado y muchos podremos aprender algo de sus decisiones.

Ocupémonos.

Enrique M. Martínez


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