Las masas, los votos, la justicia

Estamos en tiempos extraños: El peronismo, sus aliados y todo el arco de izquierda creen en las manifestaciones públicas y llenan plazas y caminos con toda frecuencia. La derecha, a su vez, gana las elecciones, casi sin reuniones masivas.
¿Cómo es eso?
Habrá que concluir que la pelea por el poder institucional se viene dando hace ya muchos años – sin que lo percibiéramos de manera totalmente clara – fuera de la calle. Se da en los valores cotidianos, en la forma de conseguir la supervivencia personal y familiar, en la estructura de relaciones que el capitalismo global determina y que los medios masivos de comunicación consolidan en una prédica mucho más efectiva que la de cualquier iglesia de la historia.
La competencia por sobre la colaboración; el uso y abuso de lo público como propio, tratando de señalar a otro como un abusador de mayor magnitud, que justificaría lo nuestro; son principios de vida ocultados bajo la alfombra, pero deseados por mayorías manipuladas, que esperan al menos juntar las migas del festín.
Finalmente, cuando en la vida por delante, la opción es joder a otro o que te jodan, el liberalismo no tiene más que pasar la red y juntar la cosecha.
Millones queremos otra cosa. Por defensa propia y de nuestra descendencia, no queremos transitar el mundo como caníbales veganos. Es evidente, entonces, que algo distinto debemos hacer.
Seguro debemos demostrar cómo las acciones del liberalismo perjudican a las mayorías, aún aquellas que son presentadas de otro modo. Seguro debemos resistir al avasallamiento de derechos que queda claro que será práctica cotidiana. Pero también – POR SOBRE TODO – debemos cuestionar los valores liberales desde la acción práctica.
Alguna vez, cuando la injusticia fue extrema, aparecieron los comedores y las ollas populares, que la memoria colectiva de algunos espacios, tiende ahora a reconstruir. Puede ser y ninguna solidaridad está mal por sí. Pero es tiempo de más. Cuando hablamos de democracia económica y producción popular, lo podemos hacer a partir de una estructura productiva que está allí. En parte resistiendo y en parte latentes, unidades económicas familiares o de pymes, que buscan asegurar su sentido, sin respaldo institucional por supuesto y dolorosamente también sin comprensión de su importancia desde el campo popular.
Ayudar desde nuestro consumo a la descentralización productiva y comercial es una de tantas tareas – muchas otras las planteamos en www.produccionpopular.org.ar – que la política centrada en el discurso público y las manifestaciones nunca ha respetado, ni mucho ni poco, nada. Sin embargo, tal vez sea mejor estímulo a la conciencia colectiva que dedicar días y días a demostrar que los liberales se llevan la plata en pala a paraísos fiscales. Ya lo sabemos y sabíamos. Y ganan las elecciones.

EMM


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