SANCOR y el drama de la industria lechera argentina

La idea alrededor de la cual se organizó SANCOR es virtuosa como pocas. Miles de tamberos, cooperativizados en la siguiente etapa de industrialización, para defender en conjunto el valor de su producción, tiene sentido absoluto.
Sin embargo, el capitalismo concentrado se encargó de enfermar el proyecto y hoy lo tiene en la cornisa absoluta.
Tuve oportunidad concreta de vincularme con SANCOR en 2007/8, cuando la mega cooperativa buscaba financiación muy importante para salir adelante, en lo que parecía una crisis derivada de bajos precios de exportación. 
El Ministro de Agricultura sostenía que debía terminarse con los auxilios y facilitar la venta a una empresa extranjera, para lo cual ya había una oferta. Apenas habíamos comenzado el convenio de cooperación técnica con Venezuela y Hugo Chavez tenía una predisposición muy generosa para construir vínculos con Argentina. Concebí entonces un plan de salvataje por el cual Venezuela otorgara el dinero necesario – que era mucho – y SANCOR pagara con una fracción de la leche en polvo que exportaba y con asistencia técnica para el desarrollo de la pequeña lechería en el país hermano.
La idea se aceptó y me tocó participar de la implementación, en equipo con la embajadora argentina en Venezuela.
Fue un ejemplo de cooperación virtuosa.
En el camino aprendí que una de las dificultades a salvar es que Sancor había firmado un acuerdo con una empresa neocelandeza que era quien en realidad exportaba, que debía ser modificado. También descubrí la reticencia de la empresa a brindar la asistencia comprometida, que finalmente casi no se cumplió, prefiriendo pagar con más leche en polvo. Tuve que ser amable componedor de los reclamos de Venezuela ante la empresa por los atrasos en su cumplimiento, porque sin duda desde el principio al fin Sancor creyó que podía interpretar livianamente sus compromisos de pago. A los tirones, finalmente creo que se pagó lo que se debía pagar. Al día de hoy estará olvidado por allí el gesto ejemplar del gobierno caribeño.
En cuanto a la estructura de funcionamiento de Sancor en el país entendí que era verdadera la interpretación que diferenciaba a los miles de tamberos esforzados de una cúpula que no solo había hecho convenios de dudosa transparencia, como el acuerdo de exportación con Nueva Zelandia, sino que se comportaba como un grupo capitalista tradicional, bloqueando comercialmente a toda empresa pequeña que quisiera aparecer en el país produciendo leche fluída o alguno de los productos lácteos posibles.
Hoy, diez años después, se repite la historia. Pero no hay un oído atento, generoso y hasta ingenuo para pensar soluciones. Hay un Ministro de la Producción que dice cosas como ésta:
«Los tamberos son dueños de Sancor y por lo tanto cobran por encima del valor de mercado». Es una aviesa mentira, porque es tradicional que los tamberos son los que sufren las dificultades económicas y financieras recurrentes generados por cúpulas ineficaces.
«Los tamberos no son el problema porque tienen patrimonio. Los empleados de las unidades centrales son los que sobran». Lógica de un usurero, que ve lo que se puede hipotecar o comprar, no de un industrial. Comentario muy salvaje y además ignorante.
«Ya pusimos demasiado, ahora cabe que el mercado ordene». Eso quiere decir que las empresas multinacionales, claros candidatos, tienen la mesa puesta para servirse los pedazos de la cooperativa que más les seduzcan, saborearlos y tirar los huesitos. Los tamberos quedarán presos una vez más de la industria y de sus acuerdos con los comerciantes tanto exportadores como nacionales.


CON LA GENTE ADENTRO


Mi trabajo en este campo, junto con un análisis teórico primario, muestra que el camino es promover cooperativas regionales, construidas a través de inducir con crédito y asistencia en gestión la división de Sancor en unidades que se hagan cargo de la presencia y consolidación de la lechería con el tambo integrado a la industria, en todo el país. Desde Salta a Chaco, con la zona núcleo tradicional, hasta Mendoza o San Luis, la lechería es posible con un esquema «Sancor» regionalizado. Por donde vamos, de la mano del liberalismo, buena parte del país seguirá siendo consumidor de leche producida a centenares de kilómetros, transportada otros centenares, procesada y distribuida más centenares, cuando podría obtenerse en el propio pueblo o en el de al lado.
La producción popular, una vez más, sería el único camino sólido.

Emm, 09-03-2017

Comentarios

  • Ana Zulema Casco

    Le pregunto: ¿Se consiguió durante estos doce años que los ciudadanos No consumiéramos leche y/o productos lácteos industrializados a centenares de kilómetros, aunque la misma se produzca en el mismo pueblo, como es el caso de «La Lecherita», producida en la fábrica La Sibila, de Nogoyá, Entre Ríos, la cual «Se Va para Regresar» más cara aún que en las grandes orbes?



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