¿Usted está preparado para considerar que el capitalismo es el problema real?

En todo el mundo se constata que el sistema capitalista es cuestionado, aún en sociedades tradicionalmente apegadas a sus postulados. Junto a esa convicción crece el reclamo por una sociedad más justa, en la que temas centrales para la vida cotidiana dejen de ser mercancías y pasen a considerarse bienes sociales. Es una corriente de opinión nada despreciable. El provocador interrogante del título invita a tomar en cuenta esa corriente de opinión- todavía dispersa y desarticulada-, que busca que algo nuevo vea la luz mientras la falta de equidad ensombrece el presente.

Por Jason Hickel y Martin Kirk (11.7.17)*

Antes de decir que no, tómese un momento para preguntarse si es el sistema más adecuado para construir nuestra sociedad futura.

En febrero, Trevor Hill, estudiante de segundo año en la universidad se paró durante un encuentro televisado en Nueva York y le hizo una pregunta simple a Nancy Pelosi, jefa del bloque demócrata en la Cámara de Representantes. Citó un estudio de la Universidad de Harvard que muestra que el 51% de los norteamericanos entre 18 y 29, ya no apoyan el sistema capitalista, y le preguntó si los demócratas podían hacerse cargo de esta realidad rápidamente cambiante y marcar un contraste más claro con las economías de derecha.

Pelosi quedó visiblemente sorprendida. “Le agradezco la pregunta” – dijo – “pero lamento decir que somos capitalistas y esa es la forma vigente”.

El intercambio se viralizó. Fue poderoso a causa de claro contraste que estableció. Trevor Hill no es un duro militante de izquierda. Es solo un joven promedio; brillante, informado, curioso acerca del mundo, y ansioso por imaginar uno mejor. Pero Pelosi, una figura líder de la dirigencia política, se negó o al menos fue incapaz de intercambiar con su desafío al statu quo.

No son solo los jóvenes votantes quienes se sienten así. Una encuesta YouGov de 2015 encontró que el 64% de los británicos creen que el capitalismo es injusto, que agudiza la desigualdad. Aún en EEUU esa mirada representa el 55%. En Alemania, un sólido 77% es escéptico del capitalismo. A la vez, el 75% de los habitantes de las mayores economías capitalistas creen que las grandes corporaciones son básicamente corruptas.

¿Por qué la gente siente de esta manera? Probablemente no a causa de que rechazan los abundantes beneficios materiales de la vida moderna que muchos de ellos pueden disfrutar. O porque quieran viajar atrás en el tiempo y vivir en la Unión Soviética. Es porque comprenden – sea conscientemente o en algún nivel íntimo – que hay algo fundamental que no funciona en un sistema que tiene como directiva central convertir a la naturaleza y a los humanos en capital, y hacerlo más y más cada año, sin tener en cuenta los costos que eso representa para la calidad de vida humana y para el ambiente.

Seamos claros: Eso es el capitalismo, desde la base. Ese es el resumen total del plan. Podemos ver esto en el imperativo para crecer el PBI, en todo lugar, año a año, a tasas aceleradas, aunque sepamos que el crecimiento del PBI, por sí mismo, no reduce la pobreza o hace a la gente más feliz o más sana. El PBI global ha crecido 630% desde 1980 y, al mismo tiempo, han aumentado la desigualdad, la pobreza y el hambre.

También vemos este plan en la idea que las corporaciones tienen una obligación de aumentar el valor de sus activos, por el bien de los retornos de sus accionistas, lo que impide incluso a CEOs bien intencionados tomar decisiones voluntarias para generar beneficios – como aumentar los salarios o reducir la polución – que pudieran comprometer su línea base de ingresos.

Simplemente, vean al caso reciente que involucra American Airlines. Hace unos meses, el CEO Doug Parker trató de elevar los salarios de los empleados, para corregir “años de momentos increíblemente difíciles” que debieron soportar, pero fue castigado por Wall Street. El día que anunció el aumento, las acciones de la compañía cayeron 5.8%. No es el caso de una industria en la cornisa, luchando por sobrevivir, y que necesita tomar decisiones duras. Por el contrario, las aerolíneas han mejorado mucho sus ganancias. Pero las ganancias son consideradas propiedad natural de la clase inversora. Por esto JPMorgan criticó el aumento de sueldos como una “transferencia de riqueza de casi 1000 Millones de USD” a los trabajadores. ¿Cómo se atreven?

Lo que queda claro aquí es que el nuestro es un sistema que está programado para subordinar la vida al imperativo de la ganancia.

Para agregar increíbles ejemplos de esto, consideren la horrible idea de criar pollos sin cerebro y hacerlos crecer en enormes granjas verticales, al estilo Matrix, unidos por tubos y electrodos, apilados uno encima del otro, todo con el objeto de extraer lucro de sus cuerpos de la manera más eficiente posible. O consideren el desastre de la Torre Grenfell en Londres, donde docenas de personas murieron incineradas porque la compañía constructora decidió usar paneles inflamables para ahorrar la suma de 6.500 USD. Una y otra vez, el lucro sobre la vida.

Todo proviene de la misma lógica. Es la misma lógica que vendía vidas para lucrar en el tráfico de esclavos; es la que nos da talleres esclavos y derrames petroleros; y es la lógica que ahora mismo nos conduce al colapso ecológico y el cambio climático.

Una vez que comprendemos esto, podemos empezar a conectar los puntos entre nuestras diferentes luchas. Hay gente en EEUU peleando contra el oleoducto Keystone (que transporta petróleo de fracking). Hay gente en Gran Bretaña luchando contra la privatización del sistema de salud. Hay gente en la India peleando contra la apropiación de tierras por corporaciones. Hay gente en Brasil peleando contra la destrucción del Amazonas. Hay gente en China peleando contra los sueldos miserables. Estas son todos movimientos importantes y nobles por su propio derecho. Pero a causa de poner el foco en todos esos síntomas corremos el riesgo de perdernos la causa subyacente. Y la causa es el capitalismo. Es hora de nombrarlo.

En estos momentos la gente está empezando a hacer exactamente eso. Y tienen hambre por algo diferente. Para algunos, esto significa socialismo. Aquella encuesta YouGov mostró que los norteamericanos de menos de 30 años tienden a tener una visión más favorable del socialismo que del capitalismo, lo cual es sorprendente teniendo en cuenta la escala de propaganda diseñada para convencer a la gente de los males del socialismo. Pero los jóvenes no están enredados en estas polvorientas discusiones binarias. Para ellos el tema es simple: Pueden ver que el capitalismo no funciona para la mayoría de la humanidad y están listos para inventar algo mejor.

¿Cómo sería un mundo mejor? Hay un millón de ideas por allí. Podemos empezar por cambiar la forma en que definimos y medimos el progreso. Como Robert Kennedy dijo: “El PBI no nos asegura la salud de nuestros chicos, la calidad de su educación, o la alegría de sus juegos… mide todo, en resumen, excepto aquello que hace que la vida valga la pena”.

Podemos cambiar eso. La gente quiere que el cuidado de la salud y la educación sean bienes sociales, no productos de mercado, así que podemos elegir devolver los bienes públicos a las manos públicas. La gente que los frutos de la producción y lo que entrega nuestro generoso planeta beneficien a todos y cada uno, en lugar de ser absorbidos por los super ricos, así que podemos cambiar las leyes impositivas e introducir medidas con potencial transformador como un ingreso básico universal. La gente quiere vivir en equilibrio con el ambiente, del cual todos dependemos para sobrevivir; así que podemos adoptar soluciones agrícolas regenerativas y hasta elegir – como hizo Ecuador en 2008 – que la constitución establezca que “la naturaleza tiene el derecho a existir, persistir, mantener y regenerar sus ciclos vitales”.

Medidas como éstas podrían destronar el objetivo superior el capitalismo – el lucro – y reemplazarlo con una lógica más balanceada, que reconozca los muchos factores que se requieren para una civilización saludable. Si esto se hace de manera sistemática, podría enviar el capitalismo unidimensional al papelero de la historia.

Nada de esto es realmente revolucionario. Nuestros líderes nos dicen que estas ideas no son factibles, pero lo que no es factibles es la suposición de que se puede continuar con el statu quo. Si seguimos nadando en la desigualdad y masticando nuestro planeta, todo explotará. La opción es severa y parece que la gente la está asumiendo de manera importante: O evolucionamos a un futuro más allá del capitalismo o no habrá futuro en absoluto.

*Publicado en www.fastcompany.com

Jason Hickel es antropólogo de la London School of Economics.

Martin Kirk es director de estrategia de The Rules, colectivo dedicado a cuestionar las causas de la pobreza global y la inequidad.

Ilustración de Pawel Kuczynski


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