El Estado es la clave

Propongo rendirnos. La avalancha mediática, más la seguridad de un recitado homogéneo de la mañana a la noche, indica que están tratando de salir del desastre recibido y que mañana todo lo pasado será un mal recuerdo.

¿Cómo?
M.E. Vidal lo explica: Haciendo las cloacas, el asfalto, arreglando las escuelas que por tantos años no se hicieron.
M. Macri agrega: Convocando a la inversión extranjera, para que le de valor a nuestros recursos naturales. Eso sí, con la condición que nuestros salarios se adecuen y que pongamos garra para trabajar todo lo que se pida. De paso, es bueno que esa inversión también se dirija a las cloacas, el asfalto o las rutas, para lo cual se dicta una legislación especial.
O sea: el Estado se concentra en la obra pública, como un gigantesco proveedor de servicios, que contrata a terceros. Los inversores extranjeros, a su turno, conducen en camino de la producción.
¿Y la población qué hace?
Trabaja para los contratistas de obra pública o para las multinacionales. Además, para las pyme que proveen a éstas.
Lo demás, se produce si compite con la importación. O sea, en muchos casos, no se produce. Porque no tenemos carne de cerdo del precio de Brasil, calzados o indumentaria como China, naranjas como las liquidaciones españolas y así siguiendo.
Qué va a hacer. El mundo es abierto y competitivo. Hay que transformarse.
Nada de subsidiar. Podemos subsidiar el etanol a partir de maíz porque son amigos y aparte, Estados Unidos también lo hace. Podemos subsidiar el petróleo y el gas porque también son amigos; tanto que nos prestan funcionarios para la desagradable tarea de gobernar. Pero nada de subsidiar los fabricantes de calzado o las pequeñas industrias alimenticias. Eso sería ineficiencia.
M. E. Vidal y M. Macri son exponentes ordenados y escolares del discurso neoliberal más crudo. Es eso, porque es así. El que no acuerde se quedó en el pasado.
En tal caso, no aflojemos. Queremos un futuro distinto al que se promete, sea cual sea la interpretación del pasado. Bastante manipulación soportamos para enroscarnos nosotros mismos en ella.
Creemos, supongo, que la pobreza se aleja cuando crece el trabajo digno. Esto significa no arrodillarse ante el afán de lucro.
Significa buscar que el trabajo surja como consecuencia de atender las necesidades de la comunidad. Si en un pueblo se tiene que construir o reforzar la infraestructura, la plata que el Estado destina a tal fin debe ser aplicada a unidades conformadas por habitantes del mismo pueblo, que gastan su dinero en su vecindario. Si el mantenimiento de la escuela o del hospital lo hacen cooperativas locales, serán más económicas, de más rápida respuesta y más comprometidas que aquellas cuadrillas trasladadas desde centenares de kilómetros, con el solo objeto de generar ganancia para un empresario que ni siquiera conoce el pueblo.
No solo la infraestructura es necesidad comunitaria. Una fábrica de calzado o de galletitas son un bien social, que debe ser cuidado y estimulado, con la condición de reciprocidad que quienes trabajan allí deben ser dignamente remunerados y quienes consumen esos bienes deben pagar precios no distorsionados por el productor o por cadenas de intermediarios financieros o comerciales.
De todo eso y mucho más se debe ocupar un Estado inteligente, porque debe quedar claro: SOLO, EL SISTEMA NO SE AUTORREGULA.
¿Cómo se consigue que el Estado se ocupe con eficacia? Metiendo dentro a la comunidad interesada y organizada. Consumidores, productores, funcionarios, deben ser parte activa de discusiones ejecutivas sobre la solución de problemas, sin discursos escritos por un consultor que obligan a quien lo repite a un recitado no creído y mucho menos creíble.
¿No puede aspirarse a eso? ¿No puede reclamarse eso al gobierno?
Parece claro que no es la idea del gobierno actual. Pero, ¿es la nuestra?
Si lo es, hay mucho camino de propuesta, suma, confrontación y triunfos por lograr. Antes del 22.10 y después, sin pausa.

Enrique Mario Martínez, Coordinador del IPP

16.08.2019

Comentarios

  • Néstor Marchetti

    La propuesta -como todo lo que formula el ingeniero Martínez- es impecable y de posible realización. Al tener tal factibilidad, hace que no sólo genere mi entusiasmo sino que, en más de una oportunidad, se lo hiciera conocer a compañeros dirigentes que hubieran podido impulsarlos desde el lugar que ocupaban. Gran decepción: nunca lo conseguí. Cuando éramos gobierno, NADA; cuando el País se pintó de amarillo, TAMPOCO. Sí, ya sé que era más complicado; sin embargo, en las intendencias, existían algunos espacios para desarrollar. Lejos estoy de querer impregnar de pesimismo a la posibilidad de «rempujar» el brillante plan que propone Enrique; es más, sigo «más porfiau que gallo comiendo tripa». Seguiré escarbando en mi prontuario para ver si aparecen cómplices de vida que llegaron a los lugares que les dije. ¿Les resulta delirante mi idea? Si no es así ¿qué les parece si hurgan entre sus vínculos para ver si encuentran amistades con el perfil que expresé, y les transmiten esta proposición?



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