Entrevista: Leandro Monk, de FACTTIC: “La información es un derecho de todos, no puede ser el activo de una corporación multinacional”

GCoop es una cooperativa de software libre fundada hace 9 años, que impulsó la creación de una Federación que ya cuenta con más de 30 cooperativas asociadas en todo el país, que intentan difundir un modelo de uso de las nuevas tecnologías que sea una alternativa regional a las corporaciones que dominan el mercado tecnológico e impiden el desarrollo de experiencias locales independientes del modelo  que impusieron a escala global. Leandro Monk, fundador de G-Coop e impulsor de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores de Tecnologías de Innovación y Conocimiento (FACTTIC), explica en esta entrevista la importancia estratégica del desarrollo nacional y regional de las nuevas tecnologías.

¿Cuál es la propuesta de las cooperativas de software libre?

Tratamos de cambiar la idea de que el trabajo en software y en el desarrollo tecnológico que surge con internet es una tarea individual que debe responder al modelo que imponen Google, Facebook, Microsoft y las grandes corporaciones que hoy tienen un poder enorme gracias al manejo de la información de los usuarios, que desconocen qué destino tienen sus datos personales. Esa idea lleva necesariamente a la necesidad de agruparnos para dar una respuesta con tecnología local, porque entendemos que la soberanía tecnológica es fundamental para el destino de nuestra región. Elegimos organizar cooperativas porque justamente las tecnologías libres son tecnologías cooperativas.

¿Qué trabajos realizan para ese objetivo?

El del software es un mercado atípico porque tenemos pleno empleo e incluso harían falta 15 mil profesionales más para cubrir la demanda en la Argentina. Nuestra idea es que esos profesionales deberían formarse con la idea de participar de un proceso distinto al que mayoritariamente opera en el país, un modelo a una escala posible que se integre a la economía social como una opción real de alternativa económica, no como difusores del capitalismo salvaje que proponen las corporaciones tecnológicas. El trabajo con tecnologías de información y comunicación requiere de la intercomunicación entre los desarrolladores y eso hace más fácil la creación de grupos de trabajo asociativos como las cooperativas,  que puede plantearse como alternativa a la hegemonía de las corporaciones.

¿En que casos puede verificarse esa dependencia?

Facebook es un factor de dominación, un gran espía masivo que sirve a los intereses del capitalismo. La facilidad que plantea su uso y la masividad que adquirió hace que sea muy difícil para los usuarios entender la profundidad de lo que significa depender de ese tipo de corporaciones. Una de las tareas importantes que tenemos por delante es justamente difundir que el software no se agota en las comunicaciones de internet-que son ya de por sí muy importantes- también se ocupa de la automatización de procesos industriales, y en la medida que esas tecnologías nos vengan digitadas desde los centros de poder mundial, va a ser muy difícil romper la trampa de la dependencia. Es una batalla muy dura en la que hay que apelar al sentido común. Hay que tratar de que las personas comprendan que algo que es más fácil como el acceso a redes sociales como Facebook o Twitter, o el uso de buscadores como Google; no significa que sean mejores. Esa facilidad tiene un costo muy alto en la economía local y regional. Es lo mismo que pasa con los alimentos, es más fácil entrar a un Carrefour y tener todo a mano y bien iluminado que buscar una feria de productores que no tienen medios económicos para competir con esas cadenas. Una economía más soberana requiere de un esfuerzo extra de todos, pero a la larga nos beneficia. Ese mensaje no es fácil e incluso a compañeros del campo popular les cuesta aceptarlo.

¿Hay apoyo al software libre en la Argentina?

Hay muy pocas iniciativas para promover el software libre en la Argentina. Está reglamentado en Rosario y se pone en práctica, pero en otras ciudades de Santa Fe y Río Negro se promovió y nunca se reglamentó. En el resto, todo está por hacerse. A nivel regional, existen algunas experiencias en Ecuador, Bolivia y Venezuela. También hay ejemplos en Extremadura (España) y en Munich (Alemania). Pero es muy difícil convencer a los gobiernos porque el poder y los medios están del lado de las corporaciones. Sólo una empresa como ORACLE, que maneja grandes bases de datos, gana 700 millones de dólares al año. Las cifras que manejan les dan un poder de lobby monstruoso.

No parece que impulsar estas ideas sea posible sin el apoyo del Estado

El Estado tiene un papel central en las políticas que favorezcan el desarrollo del software libre. La infraestructura de las comunicaciones no debe quedar en manos de los países centrales. El plan de Argentina Conectada va a funcionar cuando este terminado el anillo de fibra de la UNASUR, cuando no dependamos de las empresas multinacionales para la transmisión de los datos. Eso está proyectado y pensado, pero los estados tienen que impulsarlo. No es posible que la información que circula sea el activo de una empresa, el software libre permitiría la libre circulación del conocimiento. O todos tenemos todos los datos o nadie los tiene. Hay una trampa muy difundida en este tema, la idea de que somos sujetos pasivos frente a la tecnología, que de eso hay otros que se encargan. Por supuesto que hay otros que se encargan, pero porque nos desentendemos del asunto. Todos pueden participar del desarrollo tecnológico activamente, no se trata de aportar conocimientos técnicos sino de entender que la tecnología es un tema central para al autodeterminación y la independencia.

¿Cómo se logra incidir en la opinión pública cuando hay una hegemonía tan instalada?

Todavía es muy difícil dimensionar los alcances de esta dependencia. Cuando algún militante me dice: “Yo uso Windows porque es más rápido y fácil”, yo le contesto: “Vos seguí usando Windows y yo voy a comprar Clarín porque es más fácil y rápido de conseguir que un medio que me planteé una mirada alternativa”. Tenemos que decidir si queremos una opción soberana o si nos conformamos con que nos enchufen la Matrix en el cerebro para pensar lo que otros quieren que pensemos.


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