LA MEMORIA Y LA PRÉDICA
Querer volver al lugar perdido o abandonado alguna vez es siempre un hecho cargado de nostalgia.
Se busca reencontrar aquello donde hemos sido felices, en el balance inevitable de la vida.
Hay una condición necesaria: la memoria.
Memoria que no debe haber sido limada por el deterioro posterior de los protagonistas de aquellos momentos.
A los peronistas que conocieron y leyeron a Juan Perón se les hizo fácil ejercer esa memoria, aún cuando el anciano guerrero volvió al país con su mochila cargada de personajes impresentables, de lo cuales dependió en su etapa final de decadencia biológica.
Su obra en el gobierno, su lucha política en el exilio, hasta el plan de gobierno que delineó en su agonía en 1973/74, proveen material para que la memoria busque de sobra.
Pero Perón se murió. Y comenzó la cuenta regresiva antagónica a la memoria, que es el olvido, hecho natural y obvio para las generaciones posteriores.
El olvido no fue combatido con la prédica; con una doctrina justicialista actualizada permanentemente, que nos explicara el origen de nuestros males de Nación dependiente y los caminos de solución; no hubo sistemática formación de cuadros; tampoco hubo en consecuencia el trasvasamiento generacional imprescindible en todo movimiento popular que quiera perdurar.
En política, los espacios que se dejan vacíos, alguien los ocupa.
La prédica pasó a ser patrimonio casi excluyente de quienes quisieron – y lograron – insertar a Argentina en el nuevo mundo global como país neocolonial, uno que parece tener gobiernos independientes, pero cuyas políticas son dictadas por los gavilanes de las finanzas globales y por un puñado cada vez más estrecho de corporaciones productivas a escala planetaria, asistidos por algunos pocos satélites locales.
Esa prédica, que cuando la ejercen sectores de tanto poder deberíamos llamar manipulación, consiguió la repetida adhesión de fracciones crecientes de la población a escenarios que los dañan, pero que se logra atribuir a leyes falsas de la economía, al destino y/o – adicionalmente – a las propuestas que enarbolaron los nostalgiosos de la justicia social.
La manipulación tiene necesariamente una perspectiva limitada. Su techo son los resultados, que deterioran la calidad de vida. Son objetivos y concretos. Los y las compatriotas periódicamente ven como todo vuela por el aire, hay que volver a empezar e imaginan que deberían buscar y aceptar nuevos discursos.
Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Néstor Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández, Javier Milei, todos ellos, accedieron al gobierno con el hándicap favorable del hartazgo social y del fracaso de sus antecesores.
Todos ellos, a su vez, consideraron innecesario explicar a quienes los eligieron, antes o después de ser votados, las debilidades estructurales de la Argentina. Algunos simularon que lo hacían, mintiendo alevosamente, porque en realidad les interesaba profundizar la dependencia neocolonial.
El resultado fue que a pesar de ejercer la presidencia 4 personas (Menem, Néstor, Cristina y Alberto) que llegaron con un discurso a favor de la justicia social, la dependencia no dejó de agudizarse; las corporaciones fueron cada vez poderosas; los humildes cada vez más excluidos; los pobres cada vez más desesperanzados.
La causa es reiterada: la apelación a una memoria que a medida que pasa el tiempo son más títulos y menos conceptos; la ausencia de diagnósticos estructurales, creyendo así que la gestión de estructuras desequilibradas puede mejorar la calidad de vida de las mayorías; la bajísima formación de cuadros políticos; la consiguiente construcción de una clase política sin vínculos con el pueblo, que gira sobre sí misma y sólo discurre sobre sus caudales electorales.
La consigna ha sido una y otra vez la misma: Síganme.
Del otro lado, cada día, algunos miles de compatriotas más se sintieron defraudados por quienes debían promoverlos primero, cuidarlos después, explicarles, al menos, como último recurso.
Estamos asistiendo a la culminación de un camino de deterioro. que era posible, aunque casi inimaginable: el ascenso del mesianismo enloquecido, que en una semana apenas, mostró su condición real, con el intento de eliminar toda restricción para el pillaje, para el vaciado de nuestros bolsillos, para generar una absurda condición de país esclavizado pero contento.
¿Cómo se vuelve de esto?
En parte con la memoria, porque es necesario darle marco conceptual a los recuerdos.
Mucho con la prédica, que sea capaz de construir diagnósticos transmisibles boca a boca, comunidad a comunidad, seguidos de cursos de acción en que el conjunto del pueblo tenga responsabilidades.
Con una forma de conducción completamente nueva, que entierre el Síganme y enarbole el Vamos para Allá o algo similar, colectivo, esperanzador, con pequeños resultados inmediatos, que aumenten en dimensión a medida que se persevere.
Es un nuevo tiempo y el pueblo argentino no puede seguir siendo engañado, ultrajado, sometido.
PATRIA SÍ, COLONIA NO
emm/ 22.12.23
Marcela
Clarificador,gracias!
Juan Gsrofalo
El artículo está muy bien redactado y nos lleva a que la memoria se active.
Pero quiero agregar que no hay que olvidarse que en esta sociedad existe un 30 a 40% de la población que tienen estas 4 propiedades;
1. Son atrasados, esto simplemente quiere decir que viven en otro tiempo del pasado
2 Son asesinos y por lo tanto dan el acuerdo para que suba un gobierno que haga morir de hambre a un montón de perdonas.
3. Son ladrones, aunque no roben para enriquecerse sino solo para hacer daño a la población y dejarlos en una condición baja y que nunca puedan cambiarla.
4. Odian a la Argentina y su población. Por lo tanto cuando más gente muera o caiga en el hambre y la desesperación es mejor para ellos. Y este es su finalidad.
Por lo tanto la única manera de triunfar es que el 60 o 65% de la población que quiere el adelanto y el progreso de la población se tiene que organizar y no dejar nunca más el gobierno que lo tome estos tipos que destruyen todo.