Un mundo sin multitudes

Transitamos etapa tras etapa de la primera pandemia del tiempo de las comunicaciones globales instantáneas.

No mueren más personas que cuando se soportó el cólera o la gripe española. Ni cuando se diseminó el sida por el mundo. La diferencia es la velocidad de contagio y su condición anónima. Puede pasar en cualquier contacto humano y en cualquier ámbito.

La recomendación directa y elemental es aislarse.

Sobre ese principio general se organizan varios frentes de prevención, de atención primaria y de manejo de afecciones más agudas, deteniendo la dinámica social, buscando luego recuperarla progresivamente. El imaginario colectivo es: paramos todo para priorizar la salud y vamos recuperando de a poco, para volver a la situación anterior, a la que llamamos normalidad.

Planteamos esa estrategia frente a un invasor invisible. En consecuencia, cuando se va mejorando la estructura de atención médica y se gana confianza para la capacidad de atender enfermos, de cualquier manera se rechaza la posibilidad de recuperar los vínculos masivos e indiscriminados. Hasta en aquellos escenarios inevitables, como el transporte público.

Después de más de un mes de la experiencia inédita de un aislamiento nacional, se pasa a pensar en que las personas puedan movilizarse alrededor de su domicilio, se agregan profesiones independientes al posible trabajo y como si fuera evidente – ya lo es para todos – se descarta sin detallarlos viajes a distancia, el turismo, los restaurantes, teatros, estadios de futbol, hasta las marchas políticas o simbólicas, como la ronda de las Madres de Plaza de Mayo.

Todo grupo es multitud. Toda multitud es peligrosa para sus integrantes.

Se descarta todo eso categóricamente y pensamos que es por ahora. Me animo a preguntarme qué pasaría si la respuesta efectiva fuera: PARA SIEMPRE. O tanto tiempo, que el andamiaje económico sobre el que se basan todas esas actividades se vea afectada de manera irreversible y el escenario de futuro sea bien diferente del anterior a la pandemia.

En tal caso, no se recuperará el escenario anterior, sino otro diferente, al cual consideraremos la nueva normalidad. No se trata sólo y nada menos de negociar deuda externa y ajustar la macroeconomía. Hay multitud de cuestiones estructurales a analizar.

¿Cuál será la reacción espontánea del sistema capitalista, ante la recomendación de dejar de lado el transporte colectivo; recelar de los aviones por tratarse del ambiente más contaminado posible; evitar los teatros o estadios llenos; reconfigurar los restaurantes; olvidar el turismo internacional? Muy probablemente, la mayoría de esos espacios se reordenará aumentando su costo, de manera de dejar fuera a los consumidores de ingresos medios y bajos, manteniendo así el aislamiento relativo entre los usuarios.

Seguramente, se multiplicarán los ejemplos de San Pablo, donde los empresarios de mayor porte se trasladan en helicóptero; o Nueva York, donde los restaurantes tienen reservas hasta con un año de anticipación; Disneyworld eliminará las enormes colas aumentando el costo de sus entretenimientos; aumentarán los vuelos privados; se encarecerán enormemente los teatros o los partidos de fútbol, para reducir los espectadores, abriendo opciones de más participantes por televisión. Amazon, Netflix, Mercado Libre aquí, empresas chupasangre de entregas domiciliarias diversas, han empezado a crecer muy por encima del resto y lo seguirán haciendo, porque el envío de bienes a domicilio será una nueva manera dominante de interacción entre las personas.

Todos y cada uno de los ejemplos tendrán como resultado la fuerte disminución de trabajos actuales en gastronomía tradicional o comidas rápidas, turismo, recreación, cultura, en paralelo con el aumento de trabajos precarios en distribución de bienes.

La concentración de ingresos seguirá de tal manera su marcha sostenida, dejando sumergida cada vez más población, como tendencia persistente de la distribución de destinos sociales.

Como contracara aumentará el sistema estatal de distribución de alimentos a cada vez más millones de personas, a lo cual seguirán la indumentaria y el hábitat, como única vía de compensar la exclusión. Todo esto enmarcado en tensiones crecientes y duras, cuando el Estado pretenda legítimamente financiar su creciente involucramiento en la subsistencia de millones, con impuestos a las mayores fortunas y a las mayores empresas del sistema productivo, comercial y financiero.

No habrá una vuelta simple a la “normalidad” anterior. No se limitará a describir las villas de emergencia como espacios donde la cuarentena es imposible y a encogerse de hombros entendiendo que es una realidad que escapa a cualquier esquema de control; ni tampoco será apenas dejar al margen de la racionalidad a las cárceles y los geriátricos, por una discriminación implícita obvia. Será mucho más que eso.

Será convertir el miedo al otro, mediatizado por la presencia de un virus, en un estilo de vida, que reforzará brutalmente la segregación que el capitalismo periférico ya había internalizado. Dejará a un gobierno sensible con la tarea simple y excluyente de evitar que millones mueran de hambre, o a un gobierno insensible, con la tarea de enterrarlos.

¿Es ese camino inexorable? POR SUPUESTO QUE NO.

Es solo una alternativa probable, con mucha posibilidad de ocurrencia, que en verdad ya está presente en Estados Unidos de América, desde antes de la pandemia,donde no se puede suspender las clases porque centenares de miles de niños comen solo en la escuela o tienen a Los Ángeles lleno de carpas de gente sin vivienda al costado de los caminos principales o tantos drama similares.

¿CÓMO PODRÍAMOS EVITARLO?

En principio, entendiendo el riesgo que se corre. Acordando asimismo que eso no se supera con voluntarismo, ni apelaciones a la solidaridad. Parece necesario tener un esquema de intervención de emergencia y otro en términos estructurales, frente a la necesidad de contrarrestar las inercias negativas del sistema.

EN LA EMERGENCIA

Construir escenarios para las ramas que podrán tener cambios más traumáticos, que los preparen para el futuro o atenúen sus problemas presentes. Aplicar así la misma metodología que frente a la pandemia; esto es: adelantarse al problema. Solo a título de ejemplo:

1 –Turismo: Acordar con Provincias y operadores de turismo la realización de proyectos de infraestructura turística nacional en numerosas áreas vacantes, con criterios ecológicos compatibles con la delicada realidad futura. El Bañado La Estrella en Formosa; el turismo de alta montaña en Salta y Catamarca; Los esteros del Iberá en Corrientes; hay docenas de situaciones similares.

2 -Cultura: Diseño de plataformas virtuales que combinen con espectáculos presenciales, para aumentar la difusión de eventos, de modo seguro. Puesta a disposición de emprendedores de todo tipo.

3 – Espectáculos deportivos: Definición de normas de concurrencia a estadios, combinadas con plataformas de acceso virtual de bajo costo, desmonopolizadas y con vocación de servicio.

4 – Gastronomía: Construir nuevas cadenas de valor, donde los restaurantes y casas de comida puedan integrarse voluntariamente a sistemas de preparación y abastecimiento de alimentos a comunidades en riesgo, así como suministro de comida a sectores de clase media, sobre pautas que permitan programar el trabajo y asegurar costos bajos. Análisis de costos y retribuciones para conseguir la continuidad de trabajo y el uso de instalaciones disponibles. Poco sentido tiene exponer a la ciudadanía información sobre unidades del Ejército que distribuyen comida y pocos minutos después, en el mismo canal de TV, interrogar a un cocinero que está en la cola de un comedor popular porque su emprendimiento dejó de trabajar, no puede pagar su pensión y está viviendo en la calle. La incongruencia de las dos situaciones muestra que hay errores de diseño muy fuertes.

ACCIONES ESTRATÉGICAS

Cuando se comience a superar la emergencia, es razonable poner el pie en el acelerador para generar el mayor trabajo posible, con la expectativa que aparezcan oportunidades no solo para los desocupados pre pandemia, sino también para un número importante de desplazados de los sectores que tendrán que reconfigurarse, como se ha señalado.

Se cumplirá con otra cara el perverso pronóstico del neoliberalismo, sobre la necesidad de redefinir actividades. Será el Estado quien debe contener, tutorar, capacitar, para esas transformaciones.

5 – Poner en marcha con toda energía los planes de desarrollo turístico nacional, actividades culturales sobre nuevas modalidades, la recuperación de la dinámica recreativa delos espectáculos deportivos.

6 –Promoción sostenida de mutuales de alcance comunitario en todo el país, que se conviertan en ámbito de contención y promoción social de todos los miembros de cada localidad, apuntando especialmente a los trabajadores independientes. INAES ya tiene un esquema marco para esta tarea y deberá ser fortalecido para llevarla a cabo.

7 – Dar especial atención a los programas de desarrollo local, que aprovechen recursos materiales y humanos disponibles o potenciables, para aumentar la proporción de necesidades comunitarias que son atendidas desde el propio terruño. Resulta inconcebible para quienes incursionan en esta cuestión, advertir la cantidad de recursos locales desaprovechados, a consecuencia de la centralización de oferta que el capitalismo concentrado ha construido en el último medio siglo.

8 – Dejar atrás las vacilaciones respecto de la urbanización de villas de emergencia y lanzar planes de acondicionamiento integral del hábitat, con participación plena de los habitantes de cada espacio.

9 – Avanzar en una masiva urbanización de tierra periférica a toda ciudad argentina, en la escala que corresponda a cada población, para poner a disposición de los compatriotas más de 1.000.000 de lotes a costo muy accesible y apuntalar las cooperativas de vivienda.

10 – Construir sistemas confiables y replicables de cadena corta entre productores y consumidores de alimentos y vestimenta, para eliminar la distorsión especulativa de los intermediarios puramente financieros o rentísticos. Tal vez la evidencia más clara que se recorre un camino transformador es eliminar actores innecesarios en estos sectores.

11 – Incorporar los servicios de entrega puerta a puerta a la lógica económica, dando un protagonismo a los actores de la logística, que evite las situaciones de explotación precapitalista que se han generado y que cínicamente se presentan como símbolo de la modernidad. Las cooperativas de trabajo, apuntaladas por el Estado son caminos viables y simples de concretar.

Cada uno de los 11 puntos anteriores puede y debe ser detallado in totum y a ellos se puede y debe agregar discusiones para agilizar el transporte o sumar la participación popular a la generación de energía, a partir de fuentes renovables, o fortalecer todo el sistema educativo, en su función formativa y de asistencia social simultáneas.

No se trata de ninguna obsesión por alejarse de la coyuntura dramática. Por el contrario, se parte de la convicción que el único modo de bajar tensión y angustia en millones de hogares argentinos es sumar elementos de certeza – o si se quiere, al menos ilusión – sobre un futuro que solo podrá ser transitable a partir de nuevas ideas colectivas. Se reitera que no es otra cosa que repetir la metodología de la crisis sanitaria: pensar y actuar frente a escenarios futuros previsibles.

No basta, seguro que no basta, creer que en meses más o meses menos podemos recuperar la situación anterior. A muchos millones no les alegrará eso. Tampoco a otros millones, a los que esta crisis complicará especialmente. Debemos crear una nueva mística, para un mundo sin multitudes visibles, pero que allí estarán. Siempre estarán.

Enrique M. Martínez

Instituto para la Producción Popular/ Motor Económico

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