La comunidad organizada
La globalización capitalista genera una paradoja notable, con efectos estructurales múltiples.
Por un lado, permite que las comunicaciones, las finanzas, las corporaciones productivas o comerciales más poderosas, superen las fronteras nacionales y tengan la posibilidad de condicionar la vida de todos los habitantes, en cualquier lugar.
Por otro lado, como reflejo, las comunidades de cualquier dimensión buscan organizar su vida cotidiana y sus perspectivas, diseñando formas de lidiar con esas influencias múltiples, que se suman a las que pueden originarse en los gobiernos locales.
El trabajo del IPP en el territorio, que empezó en 2013 con la intención de transferir tecnología a los sectores más humildes, para generar trabajo sustentable, nos enseñó que ese objetivo estaba mal definido, para un grupo que busca colaborar desde el seno de la comunidad, no siendo parte del gobierno en ningún nivel.
La síntesis de nuestra mirada, al cabo de los primeros 7 años de existencia del IPP, es que debemos formar parte de ámbitos en que la comunidad se organice para atender necesidades básicas, pero participando en roles variables según sean las responsabilidades que asuman los demás interlocutores. Ni podemos ni debemos intentar transferir conocimiento técnico o social que una asociación civil tiene en su seno en pequeña proporción respecto de lo que se necesita; ni podemos ni debemos ser intermediarios o consultores en el sentido tradicional que se le da a ambos términos.
Nuestra trayectoria como grupo y como suma de personas comprometidas con un futuro mejor colectivo nos habilita, en cambio, a ayudar a pensar como concretar escenarios en que la comunidad organizada resuelva facetas componentes de sus necesidades básicas.
Hay cuatro espacios en que podemos participar:
- La alimentación. Allí Tod@s Comen es nuestro proyecto.
- La indumentaria. Es Vestir al Soberano.
- La energía renovable distribuida. Es Energía Propia.
- La mejora del ambiente. Es Buena Tierra.
Allí concentramos la búsqueda de experiencias positivas; intentamos articular espacios comunitarios que tienen problemas e intentan superarlos; nos involucramos en cadenas de valor, cuando eso es útil o promovemos quienes pueden hacerlo de manera más valiosa. Hemos entendido que nuestros interlocutores deben ser organizaciones libres del pueblo de variado tenor, como empresas, clubes, movimientos sociales, espacios políticos, cooperativas de productores o de consumidores y además sumar, cuando se pueda, a ámbitos institucionales, sobre todo municipios.
Aportamos a la Comunidad Organizada.
Es una idea fuerza, bien fuerte, con multitud de caras distintas.