«Hay que formar ingenieros con capacidad emprendedora»

El ex decano de Ingeniería de la UBA y ex director del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti), Enrique Martínez, advirtió que pese al crecimiento registrado durante los últimos años en el país en ciertos sectores de la producción y la tecnología, la presencia de las grandes multinacionales sigue siendo un tema que amerita un profundo debate. Y que la universidad no debe estar ajena a esta discusión, ya que señala que “no se ha pensado en formar al ingeniero como emprendedor, gerenciador de ámbitos públicos o colaborador de la economía social”.

Invitado por el Movimiento Universitario Evita a dar una charla en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Martínez propuso —“sin buscar efectos chauvinistas”, aclaró— avanzar a un debate sobre las multinacionales, sobre todo por sus consecuencias en la importación de insumos, en el giro de divisas al exterior, en la inversión y en su incidencia en el tejido laboral.

En diálogo con La Capital, propuso que las facultades también formen parte de este debate, a fin de profundizar su vínculo con otros indicadores de estos años, como la demanda de profesionales calificados en algunas áreas de la industria, el aumento presupuestario en ciencia y educación, y los incentivos mediante becas para recuperar la matrícula en las ciencias duras.

—¿Qué lugar debería tener el debate sobre las multinacionales y el desarrollo nacional en la Universidad, en tanto formadora de profesionales?

—La formación tradicional de los ingenieros, desde siempre diría yo, ha buscado integrarlos como instrumentos del gerenciamiento de organizaciones económicas definidas por otros. Vale decir que se supone que el ingeniero es un trabajador calificado de un nivel superior al del trabajador común, el técnico, pero que termina siendo empleado de una corporación. Y no se ha pensado nunca en formar al ingeniero como emprendedor, como gerenciador de ámbitos públicos. Y muchísimo menos como un colaborador solidario de lo que podríamos llamar la economía social.

—¿Por qué considera que esta discusión está ausente?

—Durante años cayó mucho la inscripción en las ingenierías y se ha insistido en recuperar profesionales, pero orientados a una demanda muy fuerte en industria de punta o sofisticada. Es decir una formación técnica cuidadosa para YPF, las mineras, las petroquímicas o las grandes empresas de transformación de maíz. Pero la verdad que nadie se preocupó demasiado en la falta de ingenieros para tener una planta pequeña de una ciudad.

—¿Es decir que con los incentivos y las becas solas no alcanza?

—No, porque están orientados a formar trabajadores para las corporaciones, un rol que es necesario pero no excluyente. El problema es que lo estamos considerando como el único rol posible para los ingenieros.

—Incluso en las propias facultades advierten que muchos estudiantes avanzados retrasan sus estudios o dejan la carrera para trabajar en grandes empresas que los contratan

—Claro, porque en el mercado de trabajo hay una demanda laboral persistente para las grandes corporaciones y entonces discutir eso de formar con mayor capacidad emprendedora para una economía social o para las empresas del Estado pasa a ser poco relevante. Porque además hay que convencer a los ingenieros potenciales de que eso puede ser interesante para su futuro profesional.

—¿Cuáles son algunas áreas de vacancia en las que el país necesita profesionales calificados?

—Faltan en cantidad químicos en ciencias exactas o ingenieros químicos para trabajar la química fina en la Argentina. El país tiene necesidad de hacer desde síntesis de medicamentos hasta productos químicos que importamos desde hace décadas por miles de millones de dólares y no tenemos una adecuada formación en eso. Es más, en el Inti cuando creamos esa unidad fue gracias a una persona que había ido al exterior y que volvió entusiasmada con la posibilidad de trabajar en la Argentina, pero tuvo que buscar colaboradores con mucho cuidado. Y finalmente armó su grupo, pero la cabeza había sido formada en el exterior. Otro espacio poco difundido —y que en el Inti tiene un grupo interesante— es el de las tecnologías que tienen que ver con la organización y con la eficiencia en el uso de recursos. Los líderes en eso, a escala de las industrias que necesita la Argentina, son los japonenses. Japón estableció un mecanismo de colaboración internacional con el Inti y se formaron unas 50 personas en esa especialidad, pero son insuficientes en cantidad para las necesidades de la pequeña industria argentina. Y hay empresas que han ganado mucha plata simplemente por pensar su organización siguiendo la metodología japonesa.

—¿No nota también un lugar marginal de las energías alternativas?

—Sí, como si fuesen más un hobby que una especialidad, y eso es grave. En el caso de la energía eólica tenemos dispersos en el Invap, la Conea y el Inti toda la tecnología necesaria para hacer energía eólica. En cuanto a la solar parece una mecánica popular pero tratada mucho más superficialmente. Pero incluyendo Brasil, la Argentina es el país de Latinoamérica que en mejores condiciones está en estos temas, salvo Brasil con la ingeniería civil o la electrónica, donde nos llevan bastante ventaja. Por eso es también un debate pendiente en la región.

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