¿Cómo ayudar de verdad?

Los ciudadanos que no se involucran en política, ni siquiera como observadores atentos, tienden a pensar que el principal móvil de los que participan en política es acceder a beneficios personales, que no necesariamente son económicos, que también tienen que ver con lo que podríamos llamar el disfrute del poder.

No se equivocan demasiado. La posibilidad de influenciar la vida de otros seduce a los seres humanos. Sin embargo, justamente allí se abre un árbol con numerosas ramas. Se puede buscar poder político para fortalecer la inercia del capitalismo salvaje y extraer de sus compatriotas todo lo que se pueda, hasta su sangre. En el otro extremo, se puede buscar ese poder para tratar de modificar estructuras perversas que generan explotación y la perpetúan, condenando a millones que aún ni siquiera han sido concebidos.

La democracia representativa, por su parte, ha construido un embudo que limita a unos pocos miles de personas la posibilidad de ejercer el poder institucional. Se sostiene en el discurso la participación popular y se establece en la práctica formas delegativas, que bloquean la participación. Ese escenario lleva por lógica elemental a la perpetuación de la dirigencia que ejerce poder, primero mientras la biología lo permite y luego dando lugar a hijos y parientes más jóvenes, en una transferencia cuasi hereditaria que bastardea aún más la participación.

No quiero forzar conclusiones adicionales, pero la historia muestra que aquel embudo limita las posibilidades transformadoras de cualquier iniciativa en cualquier tiempo político. La seguridad personal sobre la continuidad en la gestión genera autocomplacencia, festejo de logros menores, convicción creciente de que lo que hace o hizo es lo que se puede o pudo y no hay para más.

Si la evidencia objetiva de la realidad social deja de coincidir con la subjetividad de los gobernantes, aparecen dos caminos:

a) El institucional: Pujar por cambiar las acciones públicas participando en elecciones o con los reclamos sociales que se pueda organizar.

b) La acción directa junto a los que más necesitan, para ayudar a mejorar su condición de vida aquí y ahora.

Ambos planos no son excluyentes. Su diferencia de dimensión es enorme, porque las instituciones públicas, para bien o para mal, tienen una influencia muy superior a lo que se hace fuera del gobierno. Para peor, la tradición fuera del gobierno ha sido asistir a los más humildes para que vayan tirando o para mejorar la infraestructura más elemental o creer que los cursos de capacitación para ser más empleables son una solución valiosa.

Los programas oficiales de apoyo a la base social tienen una larga historia de contaminación con el neoliberalismo del Banco Mundial, que incomprensiblemente financió y sigue financiando varios planes o con el criterio político tradicional de apoyar sin contraprestaciones a los adherentes y rechazar a los adversarios. Sus ventanillas ofrecen soluciones parciales o hasta ilusorias, en las que se hace muy difícil encontrar el camino sólido.

Los compatriotas excluidos de la economía, aunque estén contenidos en un algún espacio político, tienen ya más de una generación de descreimiento en las espaldas respecto de las opciones laborales o emprendedoras que se les ha ofrecido. No les falta razón. En la gran mayoría de los casos donde el asistido cambió de condición pasó de ser desocupado a ser empleado mal pago o emprendedor de subsistencia, con riesgo permanente de volver a la misma condición anterior.

Los caminos fuera del Estado

Un grupo que comparta el diagnóstico anterior y que – en paralelo o con independencia de la puja por el poder institucional – quiera dar pasos sólidos para colaborar con los sectores más necesitados tiene a la mano tres tipos de trabajos, vinculados conceptualmente entre sí:

1 – Pensar la producción de bienes y servicios que estén al alcance de grupos de base, con la que se atiendan necesidades básicas, llegando al consumidor sin ninguna intermediación entre productor y consumidor o con la mínima requerida por una logística de transporte y comercialización. El IPP ha planteado en este sentido el concepto de “demanda socialmente necesaria” como manera de encarar áreas donde la comunidad necesita la oferta a desarrollar, que en casos lisa y llanamente no existe y en otros reemplaza posibles ofertas que surgen del mercado standard de un modo conveniente para quien tiene la necesidad. Se trata de un concepto ampliable, pero parece una buena idea para construir cimientos distintos y sólidos.

2 – Establecer vínculos con instituciones del sistema vigente que tengan la mayor probabilidad de discutir sus axiomas básicos, sus visiones y misiones, para facilitar la permeabilidad de las propuestas de inclusión sustentable que vayan consolidándose. Estos ámbitos son los partidos políticos – cualquiera sea su fragilidad conceptual actual – ; las universidades y ámbitos de ciencia y tecnología; las áreas de gobierno que tienen asignada centralmente la tarea de incluir. No es de esperar que esta tarea sea fácil ni de realizar ni mucho menos de diseminar. Sin embargo, la necesidad de instalar debates y buscar conclusiones distintas de las históricas es irrenunciable.

3 – Instalar ámbitos de difusión ciudadana de los problemas de exclusión económica y posibles caminos para conseguir mejorar la calidad de vida de los compatriotas entrampados en ella. La diseminación masiva del debate debería ayudar de mil formas impensadas e impensables a que las instituciones de gobierno vayan modificando sus políticas en direcciones más útiles.

Todos los compañeros que nos hemos comprometido con el Instituto de Producción Popular y nuestra búsqueda cotidiana de la forma de ser más útiles para acercarnos a la justicia social, actuando desde fuera del Estado, están invitados a reflexionar sobre su posible aporte, que va desde sumar más socios a Construcción Colectiva, hasta dar más precisión a los perfiles de intervención en cada uno de los planos señalados. Es imprescindible para los humildes. Y para todos nosotros. Seguramente por distintos motivos.

Enrique Martínez

Comentarios

  • Alejandro Nicolas Mangialavori

    A quien corresponda
    Me interesa la propuesta soy MMO y Arquitecto UBA, sin trabajo, quisiera colaborar. Me pongo a disposición. Saludo atte



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